Misma vida
Seguir soñando
- No es común ver a gente joven en los funerales, salvo los descendientes, claro - dijo Diógenes sabiendo que la muchacha era amiga de la vieja.
- Ya, supongo que no tendremos la misma percepción de la muerte a los cincuenta.
- Algunos viejos van sólo por el hecho de poder ir, como celebrando que no es en su memoria la libación del vino.
- ¿Y tú, Diógenes, qué crees que hay después de la muerte? - pregunta la chica ante el descreimiento de Diógenes en las fantasías de las religiones.
- No lo sé, lo más parecido a estar muerto es estar durmiendo, me gustaría creer que después de morir podré seguir soñando.
El perro ha muerto
Estaba Diógenes tomando el fresco bajo la higuera, por la época en la que mantenemos el sayo pero empieza a hacer calor y los matojos parecen agostarse. Pasaba por allí un magistrado, de los más tontos que en los últimos años había nombrado la Asamblea.
- Buenas tardes ya, amigo filósofo.
- Ni es buena la tarde ni soy filósofo cuando a mi interlocutor le cuesta entenderme por falta de entendederas – le responde sin mirar y con acrimonia.
- ¡Vaya! Te noto un poco afligido ¿qué te ocurre? Bien sabes Diógenes que de tu bienestar depende en parte el bienestar de la ciudad.
- El perro ha muerto, no puedes ayudarme.
- Lo siento, si fuera un pariente podría ayudarte con los gastos del funeral, como es perro podrás consolarte con la manada que siempre te acompaña.
- No era un perro cualquiera, era el blanco de pelo lacio, mi gran amigo desde hace más de quince años, cómete tu dinero a la inversa.
- ¿Qué has hecho con el cadáver?
- Tengo un plan para comérmelo.
- Siempre con tus bromas –dice el magistrado con incredulidad.
- No es broma, ¡estúpido! – responde Diógenes haciendo el amago de irse.
- ¿Estás loco? ¿Cómo vas a comerte a tu perro? Darás más que hablar y no te lo van a perdonar en esta polis provinciana.
- Lo de dar que hablar me la sopla, lo de perdonar también mientras no me obliguéis a ser como vosotros. ¿No pone en ninguna de vuestras leyes que las funciones y elección del magistrado es incompatible con la estulticia sin acreditar?–con ironía.
- Mira que no es la primera vez que te destierran.
- ¡Cómo voy a comerme a mi perro! ¿Me crees de vuestra ralea?
- ¿Entonces?... –interpela el magistrado con renovado interés.
- ¿Ves ese arroyo que viene de la dehesa por cima de la ciudad? Pues para mi perro y para mí es el Aqueronte, ayer adopté el papel de Caronte y lo enterré bajo un madroño que planté tiempo atrás. Así de simple es mi plan –sentencia Diógenes con media sonrisilla.
- ¿Y? ¿Dónde está el banquete?
- ¡En tu cama con tu esposa! – insultante y cabreado por tener que explicarlo todo.
- No faltes que te arresto, aunque digas verdad – dice el magistrado en tono policial.
- Si es verdad no es faltar, es iluminar –con aire filosófico. El banquete y la borrachera será el próximo otoño, será cuando ingiera a mi perro transmutado en ricos madroños. ¿Te suenan los términos energía y vida? Pues su hálito de vida formará parte de mi vida, así funciona el cosmos, pero dudo que llegues a entenderlo.
¿Sabes algo de filosofía oriental?
De buena mañana
Palabras volanderas
La vida ígnea
Cinco aforismos y un epitafio
Fascinantes palabras: Salud y saludar. Lo primordial para el que está vivo, y se puede salud dar.
Hay un nihilista dentro de todos, a poco que escarbes te encuentras con el monstruo.
Después de la tormenta ningún paisaje es el mismo.
Cuando llegue el asteroide que da y quita la vida, se esfumará tu cuerpo celeste, de una especie extinguida, y sólo seremos vida, otra forma de vida.
Epitafio: Anúnciese aquí.